Bajo empleo: ¿Enfermedad transitoria o crónica?

* Publicada en diario El Mercurio el 27 de marzo 

 

En muchos hogares de Chile existe angustia por no contar con ingresos laborales. Si bien los bonos representan una ayuda, no pueden compararse con Io que significa volver a tener un trabajo. El empleo fue una de las variables más afectadas por la pandemia, incluso más que el consumo de los hogares, de acuerdo a datos del Banco Central. En el último trimestre de 2020, el consumo fue todavía mayor que en el mismo período de 2019. En cambio, después de un año de pandemia, el país tiene un millón menos de puestos de trabajo de lo que había a comienzos de 2020. Esto representa una caída de un 11%.

 

En julio del mismo año, la actividad económica estaba un 17% por debajo del nivel que registró en enero, con dos millones menos de trabajos. Pese a que actividad se ha recuperado —el Imacec de enero de 2021 es casi el mismo que el de 2020—, el panorama en materia de empleo es muy distinto. Es cierto que sectores intensivos en mano de obra han tenido un repunte más lento de su actividad, como construcción, turismo y gastronomía, pero en estos sectores también la recuperación del empleo ha estado del orden de 10 puntos porcentuales por debajo de la recuperación de su actividad económica entre julio de 2020 hasta a fecha. 

 

Aún existe un problema de baja actividad, concentrada en empresas de menor tamaño que son más intensivas en mano de obra, y quizás todavía se mantenga algo del normal rezago del empleo con respecto a la actividad. Pero hay signos claros de que también tenemos problemas de oferta laboral. El número de desempleados hoy es de 200 mil más que en enero de 2021, un número importante, pero no se compara con la caída de un millón de empleos; 800 mil personas que perdieron su trabajo, hoy no están buscando empleo.

 

¿Por qué? Menos demanda de trabajo puede desalentar la búsqueda. Pero es difícil conciliar esta idea con el índice de vacantes de nuevos puestos de trabajo del Banco Central. Este muestra que el número de vacantes hoy es mayor que en enero de 2020, claro que después de haber caído un 60% durante junio y julio de 2020.

 

El aumento de la necesidad de cuidado en el hogar es otra explicación posible. El cierre o aperturas parciales de jardines y colegios, y las restricciones de movilidad de la población de alto riesgo, impiden que muchos adultos busquen trabajo. Esto puede estar detrás de que la tasa de empleo femenino esté hoy 7,9 puntos porcentuales por debajo de la observada prepandemia, mientras que la masculina está solo 6,7 por debajo. A esto hay que agregar el temor a un mayor contacto con otras personas, tanto en el trabajo como en la locomoción colectiva, unido a un gran uso de ahorros. La resolución de estos problemas está íntimamente relacionada con la permanencia de la pandemia.

 

Existe otra razón que puede tener un impacto más crónico en el mercado laboral: la penetración de nuevas tecnologías, que reducen la demanda de ciertas ocupaciones y favorecen otras. Posteriormente a la crisis financiera de 2018-2019, se generó un intenso debate en los países desarrollados sobre por qué la recuperación se había logrado con poco trabajo. Jaimovich y Siu (2020) muestran que la caída del empleo fue mayor en ocupaciones con tareas rutinarias y, por ende, más factibles de ser automatizadas. Los empleos en estas ocupaciones nunca se recuperaron. La recesión aceleró la sustitución de tareas rutinarias. Este fenómeno obligó a una reasignación a ocupaciones menos rutinarias. Los procesos de adaptación no son fáciles, toman tiempo y, muchas veces, requieren nuevas habilidades. 

 

Los países emergentes adoptan las tecnologías de manera tardía y hoy podemos estar viviendo lo que los países desarrollados experimentaron en la crisis financiera. En una investigación que realizamos con Pablo Egaña y Andrés Cruz, mostramos que hasta septiembre de 2020, al igual que en EE.UU. durante la crisis financiera, los sectores con una mayor proporción de trabajadores en ocupaciones con riesgo de automatización vieron caer más su nivel de empleo.

 

El empleo es un tema de primer orden. Por eso, el Gobierno, en el corto plazo, debe orientar esfuerzos y recursos a estimular la demanda de empleo, centrándose en las empresas con problemas de liquidez, y también facilitar la oferta de trabajo. Es difícil, porque depende de la situación sanitaria. Pero una vez que tengamos cifras más alentadoras de control del virus, es fundamental reducir los riesgos, por ejemplo, en el uso del transporte público, con medidas como diferir horarios de entrada.

 

Si no queremos que el bajo nivel de empleo se transforme en un problema crónico, se debería estar preparando un plan desde ya. ¿Qué opinan los distintos candidatos presidenciales? ¿Están conscientes de su importancia? ¿Cómo van a facilitar el ajuste de nuestra fuerza de trabajo a las nuevas tecnologías? ¿Cómo piensan modernizar nuestro Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (Sence), que ha demostrado sus falencias una y otra vez? Estas son las materias que deberíamos estar discutiendo ahora. 

 

Alejandro Micco
Académico Depto. Economía