Hasta hace no mucho tiempo se hablaba de la sostenibilidad (o sustentabilidad si se prefiere utilizar el anglicismo) como un tema de hippies o filantropía con respecto al medio ambiente. Y por qué no decirlo, muchos nos hemos acercado al mundo de la sostenibilidad por interés personal o por la noble causa de aportar con un grano de arena a la mejora del planeta.

 

Mientras más se estudia el tema, sin embargo, se hace evidente que la sostenibilidad está directamente ligada a los riesgos que enfrenta no solo el planeta, sino que las organizaciones. Una empresa bien administrada, no debiese darse el lujo de ignorar riesgos latentes en su entorno. Por ello, independientemente de la manera en cómo nos aproximamos a la sostenibilidad, esta termina abarcando las perspectivas medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés).

 

A estas alturas, nadie cuestiona que la perspectiva “G” –relacionada a un buen gobierno corporativo– es indispensable para que una organización pueda proyectarse en el tiempo.  Asimismo, probablemente las perspectivas “E” y “S” recorran un camino similar.

 

Si bien algunas empresas han abrazado las perspectivas ESG como una forma de diferenciarse de sus competidores, probablemente en el futuro, la implementación de estos conceptos pasará a ser un requisito mínimo que deberán cumplir las organizaciones para poder ser competitivas en el mercado. Cabe destacar que una gestión adecuada de las perspectivas ESG no garantiza que una empresa sea exitosa. Sin embargo, su adopción sí tiene el potencial de reducir los riesgos emergentes de aquellos proyectos que tienen puntos ciegos con respecto al entorno.

 

Es importante que la actual generación de profesionales que ocupan posiciones de liderazgo en las compañías y aquellas que lo harán en el futuro profundice sus conocimientos en la materia. En este caso, desde nuestro rol como Facultad de Economía y Negocios, una alternativa para poder incorporar los conceptos de gestión de las perspectivas de ESG durante el proceso formativo en el aula es impartiendo cursos enfocados en este tema. De hecho, para el próximo semestre dictaré un módulo de Finanzas Sostenibles como electivo, y ya hay experiencia de otros cursos relacionados al tema también.

 

No obstante, si bien este tipo de medidas contribuye a avanzar en este ámbito no es un camino sostenible. Al igual como ocurre con la ética, un curso referido a la sostenibilidad no tendrá el mismo efecto si se ve como tema separado de la administración de las organizaciones.
 
Las perspectivas ESG deben ser considerados como una dimensión más dentro de la constelación de variables que presentamos a nuestros estudiantes. Esto no implica mayor dificultad en las materias. Nuestros estudiantes están acostumbrados a responder “depende” a la mayoría de las preguntas que se les hace. En el “¿depende de qué?”, deben ir las variables del entorno ESG.

 

Con todo esto, no quiero decir que nuestros estudiantes deben egresar siendo expertos en sostenibilidad, ni saber de memoria los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. El mensaje apunta a que, al momento de tomar decisiones en sus ámbitos de acción, no descuiden puntos ciegos. Queremos egresados éticos y no expertos en ética; así como también queremos egresados que tomen decisiones sustentables.

 

Harold López
Académico Depto. Control de Gestión y Sistemas de Información