La nueva riqueza de las organizaciones: Ética, Tecnología y Sostenibilidad

Las cifras entregadas por el Institute for Management Development (IMD) de Suiza 2019, sobre competividad, en 63 países del mundo deja a Chile en el puesto 42. Esta foto no debe dejar tranquilo a nadie, sea favorable o no al gobierno.  Un índice de estas características es útil en información para analistas, inversionistas y tomadores de decisión, especialmente, de quienes buscan hoy reducir riesgos sociales, ambientales y financieros futuros. Los criterios ESG ganan terreno y son pilar de sostenibilidad.

 

El Ranking Competitividad del IMD – concepto holístico- se agrupa en cuatro factores: desempeño económico, eficiencia gubernamental, eficiencia de negocios, infraestructura (incluyendo infraestructura científica, salud, medioambiente y la educación); La región de América del Sur es la que puntúa menos en todos los factores y nuestro país retrocedió 7 puestos en un año en todos ellos dejando un amplio margen de oportunidad para avanzar hacia un desarrollo con crecimiento sostenible.

 

Lo anterior exige en Chile debatir sobre ámbitos fundamentales: educación, empleo, salud e I+D y a partir de ello construir una gobernanza para el siglo veintiuno que reimpulse nuestro desempeño interno y externo. En este sentido, el diálogo reflexivo, sereno y visión de futuro es un requisito que debemos estrujar al máximo, especialmente con el horizonte de la transformación tecnológica, digital y cambio climático.

 

Una reflexión exige conocimiento pero más aún redoblar nuestras éticas de mínimas, es decir, valores comunes  que nos identifican como miembros de un democracia plural y activo para la construcción de confianzas. Así la cooperación, responsabilidad e igualdad son valores que seguramente compartimos en tanto ciudadanos pues todos aspiramos a su ejercicio siempre, independiente de nuestra posición o ámbito de actuación.

Aún cuando el índice del IMD nos ofusca a todos observo una tremenda oportunidad para aquellas entidades como institutos de pensamiento y universidades, especialmente aquellas que ofrecen garantías de confianza para la sociedad, junto a otros actores podamos proponer un nuevo pacto en asuntos claves del índice relacionado con los objetivos del desarrollo sostenible y la trasnformación tecnológica y digital. 

 

Este diálogo requiere de franqueza y serenidad con un sentido estratégico de país y no sectorial ser capaz de superar intereses individuales, legítimos pero no conducente a acuerdos; ofrecer un faro y posicionar un trato compartido y sostenible con debida gobernanza. Se requiere recuperar un sentido de pertenencia e identidades que comparten la necesidad de un espacio común que aborda los desafíos del cambio climático en todos los temas que se aborden. En este desafío, organizaciones y negocios deben alinearse con impulsores en sostenibilidad, ética y responsabilidad con nuestro país y nuestra aldea global. 

 

Reinalina Chavarri M.,
Directora Observatorio Sostenibilidad
Depto. de Administración FEN U.Chile