Popular no es sinónimo de bueno

* Publicado en diario El Mercurio el 4 de agosto

 

Estamos atravesando un momento muy complejo como país. Nuestra economía se vuelve a contraer un 14%. Tenemos un desempleo a niveles como no recordábamos desde la crisis del 82-83. Uno de cada cinco trabajadores ha perdido su trabajo. El Gobierno y su coalición enfrentan una crisis profunda. La oposición ha tenido una actitud reactiva. En la discusión de las políticas económicas priman las consignas en desmedro del debate reflexivo. Políticos y técnicos se acomodan a lo popular, evitando a veces temas complejos. ¿Cómo podemos contribuir a que se adopten medidas adecuadas para enfrentar esta crisis sanitaria, económica y social?

 

La semana pasada quedará marcada por el retiro del 10% de los fondos de pensiones. Nunca pensamos que se abriría la puerta a una medida de este tipo cuando analizábamos la experiencia peruana y su impacto. Es difícil entender cómo llegamos a esto. Es cierto que vivimos una situación extrema, pero, en mi opinión, había mejores medidas para apoyar a las familias afectadas sin dañar sus pensiones. Siempre que se hubieran impulsado a tiempo.

 

La contracción económica, con su impacto en los ingresos de los hogares; la incapacidad de llegar de manera oportuna con soluciones; la pésima percepción de las AFP —no gratuita, por cierto—, y la debilidad de políticos y técnicos que se vieron arrastrados a apoyar una iniciativa por su alta popularidad, pese a las deficiencias de la moción, explican en parte el resultado.

Muchos hogares podrán paliar las tremendas restricciones de ingresos gracias a sus ahorros previsionales. Pero terminamos con una política que da un incentivo tributario para el retiro de los fondos, sin importar si el hogar Io necesitaba o no. Peor aún, es regresiva. Para todos aquellos que están en una tasa de impuestos alta, no hay mejor acción que retirar sin pagar impuestos el máximo posible de la cuenta de ahorro previsional. Acto seguido, ingresarlo a un APV que permitirá un ahorro tributario de alrededor de 1,4 millones. Para cualquiera que apoye las políticas redistributivas, esto es un fracaso.

 

Algunos podrán decir que no es tan grave. Espero que tengan razón. Sin embargo, ya vemos en discusión algunos proyectos que presentan más desventajas que beneficios, pero por tener un mensaje simple que identifica un enemigo, son populares. Solo por mencionar uno: en una sociedad tan desigual como la nuestra, es sumamente atractivo promover un impuesto al patrimonio a los súper ricos. Confío en que esta vez tengamos la fuerza y la convicción de plantear, sin temor a la funa, que la experiencia señala que lo que parece obvio no es tan efectivo. Que en los países OCDE en los que se ha implementado no ha logrado los resultados recaudatorios esperados y ha provocado un traslado de riquezas. Como consecuencia, esos mismos países han resuelto retroceder.

 

Hoy se requiere inyectar liquidez para la reactivación de las empresas, de manera de impedir una caída más profunda del empleo. Una discusión tributaria introducirá más incertidumbre a la que ya tenemos. La extrema necesidad de algunos hogares hace difícil una discusión racional. Más aún. hoy Chile cuenta con los recursos o la capacidad de endeudarnos para implementar políticas de reactivación que ayuden a la creación de empleo. Una vez con la mochila de la deuda, en un par de años tendremos que pensar qué impuestos modificar y qué exenciones regresivas debemos quitar, o si debemos implementar un impuesto de una sola vez como se ha hecho en otras latitudes en tiempos de posguerra.

 

Una medida popular no siempre es una buena medida, menos en materia de políticas públicas. 

 

Alejandro Micco
Académico Depto. Eocnomía